Alasvolantes.es

Lo primero que me dijeron cuando llegué a Logroño, es que aunque llueva en toda La Rioja, en la ciudad suele caer poco o nada. Y así ha sido durante estos meses, hasta el pasado sábado que me sorprendió el temporal al caer la tarde. Cuando llegué a casa estaba dando vueltas a la cantidad de agua que había caído y mientras cenaba, pensaba que había visto en un día lo de todo el año. Pero, iluso de mi...

Al día siguiente, domingo, amaneció claro y tranquilo. El canto de los gorriones parecía augurar un cálido y tranquilo día, como cualquiera de los anteriores. Eso sí, bien cargado de calor... Dispuse mi atuendo y salí a trabajar por los pueblos de Álava (Laguardia, Labastida, Elciego, por aquí se lleva eso de juntar los "palabros"). La tormenta eléctrica de la noche anterior había causado algunos estragos, así que además de los problemas provocados por el agua, iba preparado a sustituir unos cuantos routers. El día transcurrió normal, quizá algo más lento de lo que hubiera querido.

Hacia las ocho de la tarde, sentía como me mecía por la carretera el poderoso viento que bajaba de las montañas. Volvía de Zambrana en direccíon a Labastida, mientras grandes gotas de agua golpeaban mi parabrisas. Para colmo, aparecieron 3 goteras dentro de la C15, lo que me obligó a parar y proteger los equipos más delicados. De vuelta a la carretera, empecé a notar que algo no iba bien. A lo lejos podía distinguir el cielo cada vez más negro que cubría Logroño y sus alrededores. La lluvia incesante, fue mostrando su cara más oscura, y en cuestión de unos pocos kilómetros más, me vi rodeado de balsas de agua y barro que anegaban mi camino y el de otros que ya no habían logrado continuar, quedándose atrapados a ambos lados de la vía.

La visibilidad era casi nula y el continuo sube y baja de la carretera, hacía cada vez mayor el número de balsas de lodo. Circulaba a unos 30 ó 40km/h y por un momento, pensé en si debía parar, tal y como ya habían hecho un gran número de conductores. Pero aquella situación, que es de las que se viven en pocas ocasiones, me animaba a seguir. Quizás fruto de la curiosidad, la adrenalina del momento, o el simple hecho de romper la monotonía de otro domingo cualquiera. De nuevo y tan solo por un instante, cómo uno más de aquellos relámpagos que iluminaban el cielo, volví a analizar la situación y tras pensar en los cientos de miles de kilómetros que llevo a la espalda, las situaciones de riesgo vividas, decidí que aunque pareciese insensato, valía la pena continuar adelante y sin parar, para poder ver lo que estaba sucediendo por las calles de la ciudad, y ya de paso y aunque parezca mentira, disfrutar un poco navegando entre todo aquella locura...


Adjunto un par de videos que pude tomar con el móvil en los momentos en que pude soltar una mano del volante...